El debate no tardó en llegar cuando se hizo público el denominado caso Gigliotti – Morla acerca del rol de las familias que contienen a niños institucionalizados, con fines de adopción.

Las posturas de adhesión a la iniciativa de la familia para poder adoptar al menor que alojaban no tardó en cosechar apoyos desde diferentes sectores de la sociedad.

Sin embargo, otras posturas interpelan esos consentimientos y los ponen en crisis.

Ludmila Rafalovich contó su experiencia como familia solidaria con una niña, que luego fue dada en adopción, y con la que aún mantiene contacto.

“Las advertencias están escritas y expresadas en forma verbal”, sostuvo acerca de las posibilidades concretas de que culmine el período de alojamiento.

También efectuó una mirada crítica acerca de los tiempos que marca la ley y la forma de interpretarlos.

“Debemos tener en cuenta que se trata de una persona, abrir la cabeza, si lo que transmitimos es sufrimiento, se va a reproducir eso”, sostuvo Rafalovich.

Además sostuvo que “es criticable” acostumbrar a los niños o niñas decirles papá o mamá a los integrantes de la familia solidaria.

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