El reparto de las vacunas y la segunda ola se ubican como los grandes retos. En los últimos 12 meses más de 117 millones de personas se infectaron y 2,6 millones murieron a causa del Covid-19.

Hoy se cumple un año desde que la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró pandemia el brote de coronavirus y, desde entonces, más de 2,6 millones de personas fallecieron y 117 millones se contagiaron en un mundo que, frente al implacable avance de contagios, solo encuentra una eventual salida en las campañas de vacunación masiva que –aunque de modo muy asimétrico– ya están en curso en varios países, entre ellos Argentina.

Solo en el último semestre el total de contagios se cuadruplicó y las muertes prácticamente se triplicaron mientras los países siguieron tanteando diversas estrategias, con resultados variados en medio de crecientes polarizaciones internas que fortalecieron gobiernos de turno, los hicieron tambalear o directamente incidieron en procesos electorales.

Si bien los confinamientos y restricciones en general, así como el uso de tapabocas y las medidas sanitarias persisten como la mejor arma para combatir contagios y rebrotes, la profusa circulación de información falsa y el crecimiento de grupos antivacunas, antibarbijos y defensores de sus libertades personales mantienen caliente el debate por las medidas preventivas en las agendas políticas de la mayoría de los países.

Durante los últimos seis meses del brote, una esperada segunda ola golpeó fuerte a Europa que debió regresar a las medidas restrictivas, cierres y confinamientos, mientras crecieron los casos en el continente africano y en Asia, naciones consideradas ejemplares en su gestión –como Japón y Corea del Sur– vivieron peores crisis que en la primera ola.

En paralelo, Estados Unidos, India y Brasil, los países más afectados, reúnen en la actualidad más del 40% de los contagios y más del 35% de las muertes globales, mientras América Latina –empujada por las cifras de Brasil– se mantiene como la región más afectada, donde las condiciones estructurales de sus economías, vivienda y salubridad configuran un lugar propicio para la propagación del virus.

El 2 de diciembre de 2020, Reino Unido se convirtió en el primer país del mundo en aprobar una vacuna contra el coronavirus, la fabricada por las farmacéuticas Pfizer y BioNTech, lo que allanó el camino para la vacunación masiva, un proceso al que después se sumaron otros laboratorios y versiones, como la china Sinovac, la rusa SputniK V y la sueca-británica AstraZeneca-Oxford.

Lo que entonces se percibió como un primer salto hacía una solución global frente a la pandemia dejó paso, sin embargo, a una disputa por la distribución de las dosis que evidenció otra cruel cara de la desigualdad global.

A mediados de enero pasado, la OMS informó que el 95% de las vacunas está concentrado en apenas 10 países: Estados Unidos, China, Reino Unido, Israel, Emiratos Árabes Unidos (EAU), Italia, Rusia, Alemania, España y Canadá.

En un intento por mediar en una cuestión que pone en juego los intereses económicos del poderoso sector de las farmacéuticas, como está demostrando el debate actual en la Organización Mundial del Comercio (OMC), y apenas un mes después de la declaración de pandemia, la OMS y la Alianza Gavi para las vacunas lanzaron el mecanismo Covax, un dispositivo cuyo objetivo es garantizar el acceso equitativo a las vacunas y facilitar que los países más pobres cuenten también con las dosis necesarias, al menos para inocular al 20% de su población.

Desde los primeros meses del 2021, la alta demanda de dosis y la incapacidad de los laboratorios de cumplir con los compromisos asumidos con varios países desataron una pulseada entre varias potencias, por un lado, y las empresas por otro.

Las primeras exigieron el cumplimento del calendario de entregas y hasta amenazaron con sanciones, lo que forzó un cambio en los planes de las farmacéuticas, que impactó de lleno en Covax.

El mecanismo debió reducir los envíos programados inicialmente para más de un centenar de países subdesarrollados, lo que en América Latina se tradujo en una disminución del 21% (desde 32 a 25,5 millones) de las dosis que estaban acordadas para mayo 2021.

Hoy, el mundo no logra aún dejar atrás la segunda ola y tras un descenso gradual de casos y muertes a nivel global, esta tendencia pareció detenerse y varios países del mundo, como Alemania o Chile, decidieron continuar las restricciones o extender su estado de emergencia, mientras nuevas cepas como la británica, la sudafricana y la amazónica de Brasil continúan esparciéndose y profundizando la crisis epidemiológica.

Menos África y el Pacífico occidental, todas las regiones registraron la última semana de febrero un incremento de los contagios de Covid-19, debido a «la relajación de las medidas de salud pública, la circulación continua de variantes y la gente, que baja la guardia», según la OMS.

FuenteTélam
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