Más que la expresión de un deseo, fue el reclamo que planteó Francesco Tonucci al analizar el sistema educativo. Desde su mirada es preciso que los niños y las niñas puedan “desarrollar deseos y capacidades”. El pedagogo italiano también bregó por modificar la concepción del “buen alumno”. “Un buen alumno podría ser también un buen músico, o buen artesano, o un buen agricultor”, postuló.

El nombre de Francesco Tonucci se asocia directamente con la infancia. Psicopedagogo y dibujante italiano, llegó nuevamente a nuestra ciudad para brindar una charla en el marco de Santa Fe Debate Ideas y mantuvo una entrevista con el ciclo Ciudadanos (que se emite por Cable y Diario). El rol de la escuela y de la familia, así como el potencial del carácter lúdico en el proceso de crecimiento de los niños y niñas fueron los ejes que abordó.

“La escuela debe ser interesante. La diversión es la experiencia del juego. Respeto tanto el juego y quiero que la escuela deje que los niños puedan jugar cuando quieran, donde quieran, que será fuera de la escuela y junto a amigos”, planteó, en tanto definió que la experiencia del juego no se identifica –desde su mirada– con la experiencia de la escuela. “No pido que la escuela sea un lugar de juego, pido que la escuela sea un lugar interesante, fascinante, que le guste mucho a los niños porque allí hacen cosas que son parte de sus deseos, de sus capacidades y de sus perspectivas”.

Interesante

En función de ese modelo de institución educativa que describió el estudioso, adujo: “Me gustaría que los alumnos reconocieran la escuela como su escuela, donde puedan expresar su naturaleza, sus vocaciones, sus talentos. Por eso llega a ser interesante”, fundamentó.

“Los niños se aburren y parece normal”, objetó Tonucci acerca del ámbito escolar frente a lo cual indicó que el desafío es que “la escuela asuma como objetivo que cada uno de los alumnos desarrolle sus capacidades naturales. Un buen alumno podría ser también un buen músico, o buen artesano, o un buen agricultor”. Para alcanzar ese paradigma, es menester que la escuela “proponga muchas experiencias y muchos lenguajes”.

Buenos alumnos

En otro tramo de la charla, el especialista cuestionó: “Le pedimos a los niños y a las niñas algo sumamente innatural que es permanecer sentados por más de una hora. Esto es violencia. Deberían reaccionar los pediatras y los padres”. Al respecto, el pedagogo también expuso la necesidad de repensar la figura del docente. “Debería ser un aliado de los niños que los ayude a desarrollarse. Pero la escuela, muchas veces, en lugar de ayudar a cada alumno a buscar su camino, su vocación, lo obliga a ser buenos alumnos. Eso significa casi siempre buenos en matemática y lengua. Y los que no encajan en esto se quedan fuera, son excluidos o se autoexcluyen”.  En esa línea, sostuvo que “todos los niños y las niñas deberían encontrar un maestro capaz para ayudarlos a desarrollar su juguete preferido”.

La familia

Con relación a ese último concepto, el psicopedagogo hizo hincapié en que la ayuda para que los pequeños y las pequeñas puedan desarrollar su vocación supone “un compromiso que une la escuela y la familia”, lo que constituiría “el pacto educativo”. Así, es preciso “recuperar la cooperación entre las dos entidades, que se está perdiendo una manera fatal. Las dos entidades han perdido la capacidad de comunicarse y de coordinar sus acciones, teniendo en cuenta que el objetivo no es el ocho o el siete, sino la felicidad de los hijos, hijas, alumnos y alumnas”, especificó.

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