El economista Matías Battista explicó los alances de la apertura de importaciones y la baja de aranceles para la entrada de electrodomésticos al país.
El gobierno nacional tomó la medida de abrir las importaciones de alimentos y bajar los aranceles para importar lavarropas, neumáticos y heladeras. Frente a esta medida, la industria nacional corre serios riesgos, según explicó el economista Matías Battista, en comunicación con ATP.
“El gobierno está obsesionado en mostrar un gol desde lo económico, después del gol político” que obtuvo con la media sanción de la Ley Bases en la Cámara Baja de la Nación. Si bien la gestión de Javier Milei se recuesta en el superávit fiscal, “hay un montón de cuentas para pagar”, aclaró el especialista. En ese orden, la Casa Rosada sabe que “todas las expectativas están atadas a que el plan funcione con la baja del índice inflacionario; sin embargo, se pospuso la baja de tarifas”.
En relación con la baja de los aranceles a las importaciones, que en el rubro de los electrodomésticos supone un descenso del 35% al 20%, Battista observó que el problema son los costos internos que “altísimos y están dolarizados”. De esta forma, la medida oficial significa un “golpe para la industria nacional”. Más allá de que pueda pensar en la libre competencia, ésta sería por “un corto plazo”. “Cuando se empiecen a perder puestos de trabajo, te vas a encontrar con menor trabajo genuino local y terminás siendo un importador. El modelo es ‘no me interesa que la industria nacional crezca’. Nadie del gobierno habla del desarrollo de la industria y la producción”, reparó el economista.
De la misma forma, la gestión libertaria pone el foco en una balanza comercial positiva a merced de la minería, la exportación de energía y las materias primarias agrarias. Es decir, “cada punto de crecimiento del PBI implica un aumento de las importaciones y un desequilibrio con las exportaciones”, explicó.
En otros términos, se trata de un plan que implica la inserción internacional de Argentina gracias a un modelo extractivista. Pero en rigor, la producción requiere un 5% de materias primas y el resto se vincula al conocimiento científico, tecnológico e industrial. “En la cadena de valor, lo central no es el plástico o el litio, sino el conocimiento de nuestra gente”, definió Battista.