Docentes e investigadoras de la UNL explican el valor de esas disciplinas para la sociedad. “No es conducente pensar el financiamiento de la ciencia según un criterio reduccionista de utilidad económica”, aseveran.

En estos últimos meses, se instaló en la agenda pública por qué el Estado debería financiar investigaciones sobre, por ejemplo, Santo Tomás de Aquino, antropología jurídica, historia antigua, lenguaje inclusivo y/o personajes de cómic. En el marco del Día de la Investigadora y del Investigador Científicos (que se conmemoró ayer), Daniela Soldano, docente-investigadora de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales e Ivana Chialva, docente-investigadora de la Facultad de Humanidades y Ciencias e investigadora del Instituto de Humanidades y Ciencias Sociales del Litoral reflexionaron sobre la pertinencia de las ciencias sociales y humanidades.

“El conocimiento que generan las ciencias sociales y las humanidades tiene consecuencias directas en la forma de autocomprensión de los actores sociales, en el modo en el que se construyen los problemas públicos y que se diseñan e implementan distintos cursos de acción fundamentales en la vida social. Es por ello que, decimos, las ciencias sociales y humanidades contribuyen a desnaturalizar mecanismos de dominación. Por ejemplo, detrás de leyes fundamentales como la regula el acceso a la  Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE) o la de Educación Sexual Integral (ESI) hay investigación social de calidad sobre cuestiones reproductivas, sanitarias y de organización social de los cuidados que han servido para sostener argumentos en los debates parlamentarios”, sostuvo Soldano.

Sobre la noción de libertad

“La noción de ‘libertad’, junto a la idea del ‘ser’, ‘razón’ y ‘democracia’ tan propias de occidente y utilizadas en la Argentina del siglo XXI son concebidas y puestas en discusión en los textos griegos antiguos, del siglo V antes de Cristo”, afirmó Ivana Chialva y agregó: “Conocer esa historia nos permite ver que muchos de los debates contemporáneos son extensiones de debates que se iniciaron en Grecia y que siguen en vigencia”.

Es en este sentido, que las nociones, como por ejemplo la idea de ‘libertad’ no son cosas o entidades fuera del lenguaje, inamovibles, dadas para siempre, “sino construcciones históricas”, continúó Chialva. “Estudiar la historia de esas ideas es fundamental porque somos sujetos y estamos ‘sujetos’ a los discursos que nos contamos, a los sentidos que construimos y reproducimos”, añade la investigadora.

Sobre este punto Soldano añade que “el estudio de las ciencias sociales y las humanidades contribuyen a desarrollar el espíritu crítico y propositivo de la sociedad. No es conducente pensar el financiamiento de la ciencia según un criterio reduccionista de ‘utilidad’ económica”. Y prosigue: “Entender cómo se comporta la gente ante ciertos fenómenos, cómo vota, cómo se experimentan formas diversas de religiosidad, cómo son las prácticas de consumo es sumamente importante para, por ejemplo, planificar e implementar políticas públicas efectivas”.

“Si bien hay diferencias entre las ciencias sociales y humanas y las naturales –especialmente en lo relativo al tipo de objetos que abordan–, en los debates epistemológicos de las últimas décadas se viene planteando que ambas están obligadas a alcanzar consensos entre pares sobre la verosimilitud y confiabilidad del conocimiento que generan. No hay que perder de vista que la ciencia requiere método y rigurosidad pero también comunidad y encuentro”, comentó Soldano.

“Históricamente se ha planteado que las ciencias sociales tienen problemas para alcanzar la ‘objetividad’ que es un requerimiento básico del método científico, justamente por esa dificultad de medir el impacto que su propio quehacer genera en el objeto estudiado. Pero las naturales también tienen problemas para medir los sesgos que pueden generar en los fenómenos que investigan; como así también, fallan en sus predicciones y claro está, cargan con las implicancias éticas de sus investigaciones”, destacó Soldano.

“¿Cuál sería la dureza o no dureza de un conocimiento?”, se preguntó Chialva y prosiguió: “Podemos hablar de Ciencias Básicas que desarrollan un saber que es precisamente ‘la base’ y las Ciencias Aplicadas, que a partir de ese conocimiento pueden desarrollar un conocimiento con incidencia más concreta. Pero no hay una sin la otra. Entre estas ciencias hay una simbiosis, es decir, hay ciertos modos de construir conocimiento que permea de una ciencia a otra y generan beneficios inesperados en esa comunicación”, explicó Chialva.

“Un ejemplo interesante es el de Ferdinand de Saussure (1857-1913) y lo que se llamó ‘giro lingüístico’ que marcó el siglo XX y tiene incidencia aún hoy. Lo que hizo Saussure fue tomar un modelo de investigación de los estudios biológicos y decidió hacer un corte transversal, ‘freezar’ un estado de la lengua en un momento dado. Entonces, llega a una conclusión maravillosa: las ideas no preexisten a la lengua (y el lenguaje no es sólo un medio de transmisión) sino que es al revés, sólo podemos pensar los sentidos de una palabra que la lengua nos permite. Las ideas son producciones lingüísticas y, por ende, son relativas”, continúa Chialva.

En este sentido, la docente aseguró que aquella investigación fue revolucionaria ya que el impacto no llegó solamente al campo de la lingüística sino que tuvo ecos y proyecciones insospechadas: “En el campo de la Antropología, con los estudios de Lévi-Strauss; en el campo del Psicoanálisis, con los escritos de Lacan; nace una nueva disciplina la Semiología y también fue clave en la construcción de algoritmos y en la creación de la inteligencia artificial (IA)”, explicó Chialva.

“El mercado no está interesado en la ciencia básica porque no reditúa de manera previsible, la rentabilidad no es a corto plazo. En cambio, las universidades estatales y los organismos estatales de investigación como el CONICET tienen libertad para decidir qué investigar y lo realizan con diferentes orientaciones. Lo cual es un gran avance para acceder a lo que se denomina soberanía científica”, concluyó Chialva.

“Los países más desarrollados de la región y el mundo dedican un importante volumen del gasto público a la promoción de la investigación en ciencias sociales y humanidades”, enfatizó Soldano.

Ivana Chialva es profesora, licenciada en Letras (UNL) y Doctora en Letras (UNC). Docente en la Facultad de Humanidades y Ciencias (UNL-FHUC) e investigadora del Instituto de Humanidades y Ciencias Sociales del Litoral (IHUCSO-CONICET-UNL).

Daniela Soldano es doctora en Ciencias Sociales (UBA), Magíster en Política Social (FLACSO) y Politóloga (UBA). Actualmente es Profesora Titular Regular e investigadora en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales (FCJS-UNL).

FuentePrensa UNL
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