Foto: Prensa UNL

Así lo permiten estimar los niveles mínimos del río previstos para los próximos días. A un año de la bajante más importante que ocurrió en el gran río en los últimos 50 años, se acentuarán los impactos geomorfológicos en el paisaje.

«Es alta la probabilidad de un agravamiento de la bajante en el río Paraná. Con la tendencia prevista, todo el tramo del río Paraná en territorio argentino alcanzaría niveles de similar orden a los registrados en el año más bajo de la historia registrada: 1944. No se espera una mejora sensible en los próximos meses. El mes de julio será especialmente crítico, con afectación a todos los usos del recurso hídrico, especialmente la captación de agua fluvial para consumo humano». La cita corresponde a un contundente informe que el Instituto Nacional del Agua (INA) emitió el 15 de junio. En este sentido, para el 22 de junio, en los puertos de Santa Fe y de Rosario, se espera un nivel mínimo del río Paraná de 0,40 y 0,15 m, respectivamente, en tanto que el 29 de junio, los mismos disminuirían a 0,25 y 0,00 m.

Bajante histórica

“Tenemos bajante para rato”, remarcó Carlos Ramonell, docente e investigador de la Facultad de Ingeniería y Ciencias Hídricas (FICH) de la Universidad Nacional del Litoral (UNL). “Generalmente, los caudales y niveles mínimos del río Paraná, aguas abajo de Corrientes, se producen en agosto y septiembre, incluso en octubre. Si consideramos que estamos en junio, todo indica que los caudales y niveles bajos de esos meses serán más acentuados que los actuales, los cuales a su vez son inferiores a los registrados el año pasado en esta época. Asimismo, dado que es un río que se alimenta de lluvias provenientes de las cuencas brasileñas propias del Alto Paraná y del río Iguazú, las mismas suelen iniciarse en octubre, por lo que las mejoras en nuestra región podrían visualizarse casi dos meses después, si las principales lluvias ocurren en cuencas del Alto Paraná”, explicó el investigador.

Si bien esta bajante del río Paraná fue considerada extraordinaria en 2020, Ramonell considera que es el resultado de una tendencia que comenzó a manifestarse muy incipientemente en 2018. “En 2018 tuvimos condiciones de aguas bajas por un tiempo, pero poco significativas. En 2019, estas condiciones fueron más prolongadas; en 2020 se acentuaron y este año se espera que se vuelvan más severas”.

Esta tendencia a la bajante del río Paraná ya tiene impactos geomorfológicos en el paisaje, el cual fue mutando de ambientes lagunares a isleños, particularmente visibles en los parajes Chaco Chico y Monte Zapatero, en el norte de la ciudad de Santa Fe. “A 5 o 6 km de la ciudad, donde hasta no hace mucho estaba el borde norte de la laguna, ahora hay vacas pastando”, graficó el investigador.

Cegamiento de cauces

Según Ramonell, durante el último año se consolidaron algunas tendencias que había pronosticado junto a su equipo de trabajo con respecto a las manifestaciones geomorfológicas del río Paraná. Un escenario previsto fue que la bajante iba a producir desde sedimentaciones generalizadas hasta cegamientos completos en brazos secundarios alimentados directamente por el cauce principal del Paraná, como por ejemplo el río Colastiné y el riacho Ánimas, ubicado al sur del canal de acceso al Puerto de Santa Fe.

“Cuando en 2013 comenzamos a evaluar el riacho que denominamos ‘Ánimas’, porque está ubicado al oeste de la isla homónima, tenía más de 200 metros de ancho y 7 km de largo, y ya observábamos que tendía a la reducción, la cual se venía manifestando muy lenta y progresivamente desde la década del 90. Como consecuencia de la bajante del año pasado, su sedimentación se aceleró y actualmente está completamente cegado; solo quedan algunas lagunas muy finas a lo largo de esos 7 km, los cuales se pueden recorrer cómodamente sin tocar el agua”, contó el investigador.

Tres años antes, en 2010, Ramonell y su equipo también habían pronosticado que el brazo del cauce principal del río Paraná que alimentaba al río Colastiné iba a cambiar de posición, lo cual ocurrió al término de la crecida de 2016 (cuarta en importancia en los últimos 50 años), dando lugar a una serie de sedimentaciones en la embocadura del Colastiné. “En este brazo del río habíamos advertido además que presentaba una tendencia a disminuir su tamaño y la condición de bajante de los últimos tres años afianzó este fenómeno, tanto a lo largo del Colastiné –donde se ven mayores sedimentaciones que las que normalmente se encuentran en ese río– como hacia la zona de la desembocadura”, explicó.

Cabe aclarar que en este río se encuentra la toma secundaria de agua potable, que abastece entre un 20 y un 30% a la ciudad de Santa Fe. También en el Colastiné está el punto de descarga de líquidos cloacales, lo cual –al ser una zona donde están dominando los procesos de sedimentación– no es ideal para favorecer los procesos de mezcla y dilución del río.

Avance deltaico

Los brazos que están alejados del cauce principal del río Paraná, como el Arroyo Leyes y el río Coronda, poseen un comportamiento distinto a los más cercanos. “Se podría pensar que, al disminuir la llegada de sedimentos por falta de aportes desde aguas arriba, el delta del Leyes no seguiría avanzando en estas condiciones de bajante. Pero ocurre todo lo contrario. Los mismos cauces que forman ese delta remueven  los sedimentos de sus tramos medios y los  hacen avanzar hasta el frente deltaico, donde se forman nuevos bancos arenosos a expensas de la desaparición de la laguna. El ambiente lagunar, frente a Chaco Chico por ejemplo, hoy pertenece definitivamente al frente del delta e irá perdiendo la dinámica que conocían los lugareños”.

La morfología plana del lecho lagunar muta a bancos de arena de distinto tamaño, con la aparición de nuevos canales en medio. “Como todo delta, tiene una parte emergida y otra subacuática, la cual ha avanzado sustancialmente a lo largo de esta condición de bajante. En seis meses, entre abril y octubre de 2020, estas manifestaciones subacuáticas del delta llegaron a avanzar hasta 600 metros sobre el lecho lagunar”, afirmó Ramonell, agregando que: “hace cinco años, el frente de las manifestaciones deltaicas que teníamos en la laguna se encontraba a 4 o 5 kilómetros al norte de calle French, en el norte de la ciudad. Actualmente, con la bajante, idénticas manifestaciones están entre 2,5 y 3 km”.

Cuidado del ambiente

Estos impactos geomorfológicos, acelerados por las condiciones de bajante, obligan a repensar el ordenamiento territorial, no solamente desde el punto de vista paisajístico. Hay otras cuestiones a atender, relacionadas con los múltiples usos que la sociedad hace de estos ambientes naturales.

“Normalmente una laguna funciona como un pulmón hidrológico que permite almacenar agua. En cambio, en un cauce, la capacidad de conducción es mucho más rápida y genera procesos erosivos más severos, lo cual obliga a pensar en sistemas de defensa diferentes”, señaló Ramonell como ejemplo ante la transformación de la laguna en un ambiente de cauces fluviales.

Asimismo, el avance del delta del Leyes representa un aumento de la planicie aluvial del río, formando islas que suelen ocuparse para uso ganadero. Al respecto, el investigador advirtió: “Estamos cerca de las prácticas de quema, que empiezan a realizarse entre julio y agosto. Creo que aquellas quemas indiscriminadas del año pasado volverán a ocurrir este año si no se toman las medidas preventivas adecuadas”. En este sentido, Ramonell agregó: “desde el año pasado, la bajante nos empezó a dar una nueva  oportunidad de cambiar la forma que tenemos, como sociedad, de relacionarnos con el río. Un año después, quizás muy  influidos por la pandemia, es evidente que aún no hemos logrado este cambio”.

Peligro de transitar

Para concluir, Ramonell reiteró las advertencias realizadas en varias oportunidades durante 2020 acerca del peligro de transitar a pie o en vehículo el lecho de la laguna Setúbal. En este sentido, recordó que “el suelo no es homogéneo, sino que presenta zonas con sedimentos antiguos y resistentes y otras con fangos muy blandos de depositación reciente. De este modo, puede ocurrir que se esté transitando cómodamente en terreno firme y de repente caer en pozos de dragado, como los cercanos a la costanera oeste. Estas zanjas suelen tener en sus fondos una cantidad importante de fangos muy blandos que se han ido depositando durante esta bajante; están próximas al contacto entre el lecho emergido y el agua lagunar, que en algunas partes tiene profundidades de 5 m y taludes muy empinados, lo cual hace que los hundimientos sean bruscos y no graduales. Por lo tanto, es arriesgado caminar sobre la laguna, así como transitar con autos”.

 

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