Así lo dijo Alberto Romano, sobreviviente del atentado a la embajada de Israel, en 1992. Mañana se cumplen 29 años del brutal hecho que dejó 22 muertes. “Te cambia la vida, volvés a nacer”, afirmó.
La embajada de Israel lanzó una campaña de homenaje a los muertos en el atentado que sufrió la sede diplomática en 1992.
El presidente Alberto Fernández participa del video en el que distintas personalidades (que van desde políticos, integrantes del gobierno anterior, el presidente de Isarel Reuven Rivlin, y periodistas y familiares de las víctimas) convocan al acto en homenaje que será virtual este miércoles a las 14:50, horario en el que explotó la bomba.
El 17 de marzo de 1992 voló la embajada de Israel en Buenos Aires, donde murieron 22 personas. Cifra que pudo darse por certera recién después de casi diez años de ocurrida la masacre, ya que a lo largo de casi una década se creyó que los muertos fueron 29.
Alberto Romano es sobreviviente del atentado y en diálogo con el programa televisivo Apto para Todo Público, dijo que “es una herida abierta por la falta de justicia, murieron 22 personas pero se destrozaron muchas más familias, muestra a las claras la falta de justicia porque nunca se encaminó la investigación”.
Agregó que “al momento de levantar escombros me crucé con restos humanos”.
Romano sostiene que “el segundo atentado (AMIA) llegó por no haber investigado el primero, los ideólogos son internacionales, sin dudas, Argentina fue el primer país con los atentados”.
También afirma que “la impunidad está a la vista, después de 29 años no se investigó nada, los atentados los sufrió el país, el hecho de no tener una investigación nos pone en peligro de un tercer atentado”.
En ese sentido, mencionó que “para nosotros que íbamos a trabajar todos los días, a un lugar como podía ser una oficina comercial, multinacional, o cualquier lugar, que te explote en la cabeza semejante cosa, te cambia la vida, es un volver a nacer, lo pasé muy mal, te cambia todo, quedás traumado, cambiás de conducta, la visión de la vida, te volvés irritable”.
Por último, concluyó que “somos los voceros no sólo del dolor personal, sino del dolor colectivo”.