El fútbol argentino, más que un deporte, es un fenómeno social arraigado en la identidad de sus comunidades. Los clubes de barrio no solo son lugares donde se juega la pelota, sino instituciones culturales y deportivas que han moldeado generaciones. Sin embargo, hoy enfrentan desafíos críticos, entre ellos la propuesta del gobierno de permitir la entrada de capitales privados a través de las Sociedades Anónimas Deportivas (SAD).

La discusión se intensifica en torno a la Ley de SAD, que promueve la transformación de los clubes de asociaciones civiles sin fines de lucro a entidades controladas por inversionistas privados. Esta medida, presentada como una solución a los problemas financieros y de gestión de muchos clubes, ha generado un profundo debate entre los aficionados, dirigentes, y especialistas del deporte.

Debatimos en el programa ATP junto a Adrián Brodsky, quien advirtió sobre los riesgos inherentes a las SAD. Según el periodista deportivo, el anonimato de los capitales privados que manejarían estas entidades representa una amenaza para la transparencia y la gestión democrática de los clubes. «No conocés quiénes son los que las manejan; son anónimas», señala Brodsky. Esto implica que, en caso de problemas financieros o de gestión, los socios y aficionados podrían encontrarse sin voz ni voto para reclamar o influir en decisiones cruciales para el futuro de sus clubes.

Experiencias internacionales y advertencias

El ejemplo del City Torque en Uruguay, una filial del Manchester City, resuena como una advertencia cercana. Inicialmente promovida como una oportunidad para el desarrollo deportivo y económico, la gestión bajo una SAD dejó al club en segunda división, con infraestructura deteriorada y problemas financieros crónicos. Esta situación pone en perspectiva los posibles resultados negativos de abrir las puertas a inversores cuyos intereses pueden no alinearse con los valores y necesidades locales.

Desde una perspectiva más amplia, el cambio propuesto plantea interrogantes sobre el sentido de pertenencia y la función social de los clubes deportivos. Estas instituciones no son solo negocios; son espacios de convivencia y arraigo cultural donde se forjan lazos comunitarios y se transmiten tradiciones familiares. «Esto es lo que uno tiene que pensar», apunta Brodsky, destacando la importancia de proteger estos valores frente a intereses puramente económicos.

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