Dejó su trabajo como maestra para dedicarse a la música, enfrentó miles de prejuicios y se convirtió en una de las artistas más populares del país.
Se cumplen 25 años de la madrugada del 7 de septiembre de 1996 en el que Myriam Alejandra Bianchi Scioli, conocida popularmente como Gilda, perdió la vida en un trágico accidente, en el kilómetro 129 de la Ruta Nacional 12. Se dirigía al norte de la provincia de Entre Ríos junto a su banda, su madre, su hija mayor, cuando un cambió embistió al micro en el que viajaban y dejó como saldo la muerte de la cantante, sus familiares, tres de sus músicos y el hombre que manejaba.
Su triste final, a los 34 años y en el mejor momento de su carrera, sacudió al país entero y marcó el inicio de la una leyenda de la música popular. Gilda no hizo un camino «convencional» en el mundo de la música. Tenía una vida armada como maestra jardinera, esposa del empresario Raúl Cagnin y madre de dos hijos, Mariel y Fabrizio, cuando se animó a dejar todo para seguir sus sueños de convertirse en cantante. No fue fácil.
Era 1992 y vio en los avisos clasificados que buscaban vocalistas para un grupo musical. Se presentó en la audición, en la que conoció a Juan Carlos «Toti» Giménez –quien años más tarde se convertiría en su pareja–, y con la dulzura de su voz y su carisma logró obtener el puesto, a pesar de que ni encajaba en los estereotipos del ambiente de la cumbia, en el que las pocas chicas que llegaban a la fama eran exuberantes.
«No tengo drama con lo físico aunque en su momento lo fue. Se usaban las rubias espectaculares y yo con mi cuerpito y mi cara no daba con lo que se esperaba. Fue una de las causas por la cual me cerraron las puertas en un principio pero esta garganta que Dios me dio y este corazón hicieron que la gente me quiera como soy y no como ellos querían», reveló en una entrevista la mujer nacida y criada en Villa Devoto.
«Quisiera no decir adiós, pero debo marcharme. No llores, por favor no llores, porque vas a matarme. No pienses que voy a dejarte, no es mi despedida. Una pausa en nuestra vida, un silencio entre tú y yo», entona en las primeras estrofas de No es mi despedida, un tema que «con el diario del lunes» parece premonitorio.
Sus restos fueron sepultados en el cementerio de la Chacarita; el micro en el que viajaba la madrugada en la que la muerte la sorprendió se convirtió en un santuario en el que año a año miles de fanáticos le llevan ofrendar; y lo que le pasó inspiró a escritores y cineastas. Pero lo más importante, sus canciones son piezas destacadas de la música popular.