Este sábado, Santa Fe se vestirá de colores para recibir la novena edición consecutiva de la Marcha del Orgullo, un evento que promete ser una combinación de reclamo político, celebración y visibilidad para la comunidad LGBTQ+. Conversamos con Leandro Wolkovicz y Daiana Rosales, representantes de la Mesa del Orgullo, quienes compartieron detalles de la convocatoria y reflexionaron sobre el significado de marchar en un contexto político y social desafiante.
Un espacio de resistencia y celebración
La cita es este sábado a partir de las 16:30 en El Palomar, un lugar simbólico para la comunidad, ya que se encuentra cerca de lo que fue una de las últimas discos LGBTQ+ de la ciudad. Desde allí, a las 17:00, la marcha recorrerá calles clave como Rivadavia, culminando en la Explanada del Molino Fábrica Cultural, donde habrá un festival con lectura de documentos, ferias, performances y shows artísticos.
“Además de ser un espacio de reclamos políticos, nos gusta encontrarnos en un ámbito de celebración. Es nuestro orgullo, una forma de resistir y visibilizar nuestras luchas y logros como colectivo”, expresó Leandro.
Una invitación para toda la comunidad
La marcha está abierta a todas las personas, independientemente de su orientación sexual o identidad de género. “No tomamos asistencia ni preguntamos nada. La calle es de todos y todas. Nos emociona que familias enteras participen, incluso por primera vez, acompañando a sus hijos e hijas”, comentó Daiana.
Reclamos y contexto actual
Este año, la marcha cobra una relevancia especial debido al recrudecimiento de discursos de odio y recortes en políticas públicas. Según los organizadores, esto ha impactado directamente en la comunidad. Entre los principales reclamos, mencionaron:
- El recorte presupuestario en políticas públicas LGBTQ+.
- El cierre del INADI y la desjerarquización del Ministerio de Género, que pasó a ser una secretaría en la provincia.
- La violencia física y simbólica contra personas LGBTQ+, visibilizada en casos recientes como el triple crimen lesbofóbico en Barracas.
“Necesitamos ocupar la calle más que nunca, mostrar que somos muchas las personas que defendemos los derechos y la libertad de verdad. Retroceder no es una opción”, enfatizó Leandro.
La fiesta como resistencia
A lo largo de los años, la marcha ha evolucionado, pasando de ser una manifestación más seria a convertirse en un verdadero carnaval de diversidad. Carrozas, música, glitter y disfraces son parte del espíritu de este evento. “El festejo también es político. Celebrar nuestra identidad y nuestros cuerpos es una forma de resistencia”, agregó Daiana.
Un mensaje para la ciudad
Santa Fe, que alguna vez fue un espacio menos inclusivo, ha avanzado mucho en términos de diversidad y aceptación. Sin embargo, los desafíos persisten. “Ver parejas LGBTQ+ caminando de la mano ya es algo común. Pero no podemos retroceder ni ceder en nuestra visibilidad. Marchamos por quienes aún buscan su identidad y necesitan referentes”, concluyeron.