La relación entre el descanso adecuado y el crecimiento económico puede parecer inesperada, pero un reciente estudio interdisciplinario liderado por la doctora en economía e investigadora María Victoria Anauati arroja luz sobre este vínculo crucial. En una entrevista exclusiva, Anauati nos explicó los detalles del trabajo que combina herramientas de biología y economía para cuantificar cuánto le cuesta a los argentinos no dormir lo suficiente.

El costo económico de no dormir bien

Según Anauati, el 45% de los argentinos no logra dormir entre 7 y 9 horas diarias, las recomendaciones mínimas para un descanso saludable. Este déficit de sueño tiene un impacto directo en la productividad y la mortalidad, dos factores que afectan significativamente la economía del país.

“Utilizamos un modelo de generaciones superpuestas, común en macroeconomía, e introdujimos variables relacionadas con el sueño para medir su impacto. Descubrimos que no dormir lo necesario nos cuesta el equivalente al 1,3% del PBI, es decir, casi cuatro veces el presupuesto destinado a ciencia y tecnología”, explica la investigadora.

Un círculo vicioso: sueño, productividad y estrés

En Argentina, múltiples factores dificultan un buen descanso. Además de hábitos culturales como cenar tarde o consumir contenido en plataformas de streaming, las condiciones económicas obligan a muchos a trabajar más de una jornada diaria, reduciendo aún más las horas de sueño.

“Es un círculo vicioso. Dormir menos nos hace menos productivos, lo que genera más estrés y termina afectando aún más nuestra capacidad de descanso”, comenta Anauati.

Además, las presiones económicas y sociales dificultan priorizar el sueño, perpetuando un sistema que, según la economista, «se autoboicotea».

Impacto en la educación y el aprendizaje

El estudio también señala que la falta de sueño no solo afecta la productividad laboral, sino también el desarrollo de habilidades y los procesos de aprendizaje. “En otros países, se han implementado políticas como retrasar el horario escolar para permitir que los niños duerman más y mejor. Esto tiene un impacto positivo en el rendimiento académico y, a largo plazo, en la economía”, detalla.

Lecciones de los países de altos ingresos

Aunque en países como Estados Unidos o Canadá el 25% de la población duerme menos de 7 horas, esta cifra es considerablemente menor que el 45% en Argentina. Las diferencias culturales y económicas juegan un rol clave, pero también lo hacen las políticas públicas que buscan promover mejores hábitos de sueño.

“En Europa, algunos países han introducido pausas laborales para siestas breves o han modificado horarios escolares. Estas iniciativas no solo mejoran la calidad de vida, sino que también potencian la productividad”, señala Anauati.

Concientización como primer paso

Para la investigadora, este estudio es un llamado de atención. “Hasta ahora, se había estudiado la incidencia del sueño en la salud, pero ponerle un costo económico cambia la perspectiva. Es crucial que este tema esté en agenda, no solo como un asunto de bienestar, sino también como una estrategia de crecimiento económico”.

La calidad del sueño, un aspecto a profundizar

El estudio se centró en medir el impacto de dormir menos de 7 horas, pero Anauati destaca que la calidad del sueño es igualmente importante. “Si consideráramos este factor, es probable que el costo económico sea aún mayor. Esto abre la puerta para futuras investigaciones en esta área”.

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