En el último año de secundaria, el 85% de los estudiantes afirma que planea seguir estudiando y el 65% dice que quiere trabajar luego de terminar la escuela. Sin embargo, muchos no logran concretar esos planes: entre los jóvenes de 19 a 25 años, solo 4 de cada 10 (38%) estudian y 4 de cada 10 (38%) trabajan, habiendo terminado la secundaria. Los datos surgen del informe “Educación y trabajo: expectativa y realidad de jóvenes en Argentina”, del Observatorio de Argentinos por la Educación, con autoría de Flavia Ferrari Inchauspe y Eugenia Orlicki.
En una reciente entrevista con ATP, Leyre Sáenz Guillén, miembro de Argentinos por la Educación, compartió alarmantes estadísticas sobre la educación en Argentina. Según un informe basado en las pruebas Aprender 2022, el 80% de los estudiantes del último año de secundaria desea continuar con estudios terciarios o universitarios. Sin embargo, solo el 38% logra hacerlo. «Aquí es donde surge la brecha entre lo que los estudiantes desean y lo que efectivamente sucede,» explicó Sáenz Guillén.
La situación es aún más alarmante cuando se considera la calidad educativa. Aunque el acceso a la educación ha mejorado significativamente, con casi el 100% de los estudiantes en el aula, los indicadores de calidad han disminuido constantemente en los últimos 20 años. «Los estudiantes quieren seguir estudiando, pero una vez que ingresan al sistema educativo, se sienten frustrados y no pueden cumplir con las expectativas del sistema universitario o terciario, lo que lleva al abandono,» señaló.
También destacó la importancia de abordar la brecha socioeconómica, que juega un rol crucial en los resultados educativos. «Las familias de menores ingresos presentan una menor comprensión de texto,» dijo. En sectores más vulnerables, solo el 21% de los estudiantes logra continuar sus estudios superiores, en comparación con el 51% en sectores más favorecidos. «Esto demuestra que la brecha socioeconómica es fundamental en los resultados educativos.»
Respecto a la influencia de la tecnología en la educación, Sáenz Guillén mencionó que si bien la tecnología es positiva, debería usarse como un complemento en años más avanzados. Además, sugirió que la caída de la natalidad podría aprovecharse para implementar tutorías personalizadas. «La tecnología debe estar al servicio del docente, permitiendo una educación más eficiente y personalizada, especialmente para los estudiantes más desaventajados,» concluyó la entrevistada.
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