El escritor colombiano fue partícipe del boom latinoamericano y recibió el premio Nobel en 1982. Hace poco se publicó una novela inédita.
Hoy se cumplen 10 años del fallecimiento del escritor colombiano Gabriel García Márquez, el padre del realismo mágico, autor de clásicos universales como “Cien años de soledad” y premio Nobel de Literatura en 1982.
Durante estos últimos años, no decayó el interés por la obra de García Márquez, de quien que hace poco más de un mes se publicó una novela inédita: “En agosto nos vemos” (Random House).
Tras lanzar “Memorias de mis putas tristes” en 2004, García Márquez estuvo casi 10 años trabajando en un libro que quería que se destruyera pero que sus hijos, Gonzalo y Rodrigo, decidieron publicar porque consideraron que, si su padre lo hubiera querido destruir, lo habría hecho.
Es el cierre de la brillante carrera de uno de los autores más relevantes del siglo XX y de cuya imaginación nacieron obras imprescindibles como “Crónica de una muerte anunciada”, “El coronel no tiene quien le escriba” y “Los funerales de la Mamá Grande”.
La poesía que rezuman sus obras sigue atrapando a los lectores porque García Márquez imprimió un estilo muy particular en todos sus trabajos. De hecho, sobresalió como novelista, periodista y guionista de cine. Había nacido el 6 de marzo de 1927 en Aracataca (Colombia), y que pasó más de 50 años de su vida en México.
Aquel municipio del Caribe colombiano en el que nació le sirvió como inspiración para ese Macondo en el que se desarrollaron sus historias, que en gran parte procedían de su propia familia.
Hijo de Gabriel Eligio García, telegrafista y boticario, y de Luisa Santiaga Márquez Iguarñan, ‘Gabo’ se inspiró en su historia de amor, a la que se oponía el padre de ella, para escribir “El amor en los tiempos del cólera”.
Los nueve hijos extramatrimoniales de su abuelo, la costumbre de su hermana Aida Rosa de comer tierra, la abuela que adivinaba el porvenir o los numerosos parientes de nombres iguales, fueron elementos que aparecieron de una u otra forma en sus novelas.
Siguió con su trabajo de periodista en diversos medios cuando publicó sus dos primeras novelas, La hojarasca (1955) y El coronel no tiene quien le escriba (1961), esta cuando ya se había instalado en México, que se convirtió en su segunda patria.
Fue entonces cuando se centró en la literatura y dedicó dos años a escribir «Cien años de soledad» (1967), que le consagró inmediatamente como uno de los grandes autores del momento.
Y como precursor del ‘boom latinoamericano’, junto a autores como Carlos Fuentes, Julio Cortázar o Mario Vargas Llosa, uno de sus grandes amigos en su época barcelonesa (entre 1967 a 1973) y cuya relación terminó bruscamente en 1976 a causa de un puñetazo que le propinó el peruano y que, con teorías más o menos verosímiles, sigue siendo una incógnita.
Agitador cultural por convencimiento, García Márquez tenía alma de reportero, como demostró en sus muchos artículos o en esa joya llamada “Noticia de un secuestro”. Y su importancia quedó confirmada cuando en 1982 le concedieron el Premio Nobel de Literatura. En su fallo, la Academia sueca señalaba que el Nobel recaía en García Márquez “por sus novelas y relatos cortos en los que lo fantástico y lo real se combinan en un universo ricamente compuesto de imaginación que refleja la vida y los conflictos del continente americano”.
García Márquez volcó en sus libros muchas de sus inquietudes sociales y políticas, y su ideología de izquierda le provocó problemas y le llevó al exilio. Premiado y galardonado en múltiples ocasiones, aseguró en 1994 no querer recibir el Premio Cervantes de Literatura. Ya había ganado el Nobel y quería dejar espacio a otros autores.
Lo que nunca rechazó fue la escritura porque, como dijo en sus memorias publicadas en 2002: “La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla”.