Un estudio realizado por investigadores del Conicet y la UNL constató la presencia de nueve biocidas de uso masivo en cultivos transgénicos, principalmente de soja, maíz y algodón.
Los sábalos que habitan en la región del tramo inferior del río Salado, en nuestra provincia, registraron las concentraciones más altas a nivel mundial de nueve biocidas (insecticidas, herbicidas y fungicidas) de uso masivo en cultivos transgénicos, principalmente de soja, maíz y algodón, según un estudio realizado por investigadores del Conicet y la Universidad Nacional del Litoral (UNL).
El trabajo titulado «Cócteles de residuos de plaguicidas en Prochilodus lineatus peces del río Salado (América del Sur): Primer registro de altas concentraciones de herbicidas polares» fue publicado en la revista Science of The Total Environment.
Los científicos demostraron allí que las poblaciones de sábalos, en una cuenca fluvial rodeada de cultivos genéticamente modificados, incorporaron «múltiples residuos de plaguicidas en sus tejidos». De la misma manera, evaluaron «la presencia de plaguicidas en muestras de sedimentos y tejidos de los sábalos durante un período estival en diferentes sitios del curso bajo de la cuenca del río Salado».
El trabajo fue realizado por los científicos y científicas Rafael Lajmanovich, María Repetti, Ana Cuzziol Boccioni, Melina Michlig, Luisina Demonte, Andrés Attademo y Paola Peltzer, pertenecientes al Laboratorio de Ecotoxicología de la Facultad de Bioquímica y Ciencias Biológicas de la UNL, al Conicet y al Programa de Investigación y Análisis de Residuos y Contaminantes Químicos de la Facultad de Ingeniería Química de la misma casa de estudios.
«Los resultados de nuestro estudio determinaron concentraciones máximas muy altas de herbicidas polares, principalmente glifosato y sus productos de degradación, y glufosinato de amonio (herbicida) en tejido muscular de peces, mayores que los registrados para peces de agua dulce en otros estudios a nivel mundial», aseguraron los investigadores.
En diálogo con Télam, Lajmanovich dijo en relación con la hipótesis de trabajo que «estos peces como comen del sedimento del fondo (barros) podían llegar a actuar como bioacumuladores. Había antecedentes en Uruguay y también había trabajos bastantes antiguos sobre residuos de pesticidas en sábalos».
Con respecto a los índices, señaló que «son extremadamente altos y no existe en la literatura científica registros de esa magnitud, por eso en el trabajo se dice que son los valores más altos registrados en el mundo. Esto fue avalado por un comité científico de una de las revistas más prestigiosas del mundo en contaminación ambiental».
Además, sostuvo que «ese tramo del río Salado que atraviesa una zona extremadamente productiva grande estaba poco estudiado» y agregó que «los peces fueron analizados simultáneamente a lo largo de más de 100 kilómetros».
Los científicos hallaron en músculo y vísceras un total de nueve plaguicidas, principalmente herbicidas (organofosforados, cloroacetamidas y triazinas), insecticidas (piretroides y organofosforados) y un fungicida.
Lajmanovich manifestó que «hay que tener en cuenta la sinergia, ya que estamos tratando con una mezcla de nueve biocidas. La combinación suele tener efectos tóxicos que son mayores que la suma de las toxicidades individuales».
«Si bien se estudió sólo en Santa Fe, este tema es como un embudo. Lo que se caracteriza acá se denomina contaminación difusa», dijo y afirmó que «el origen son los cultivos agroindustriales que están en todas las cuencas».
La contaminación fue detectada «en el último tramo del río y eso hace pensar que probablemente los tramos superiores estén contaminados, aunque no lo podemos afirmar hasta no tener muestras».
«Demostramos que el glifosato tiene una mayor afinidad por el tejido muscular», observó y añadió que «el músculo es lo que más importa para el consumo, porque las vísceras se tiran». El glifosato y su metabolito (AMPA) estuvieron presentes en el 100% de los peces, mientras que el glufosinato de amonio (herbicida) ocupa el segundo lugar con el 50%, precisó Lajmanovich.
En tanto, los insecticidas piretroides (cipermetrina y lambda-cihalotrina) se encontraron en el 43,75 % de las muestras de vísceras de los peces en todos los sitios estudiados.
Para el análisis de los residuos, los científicos compraron los ejemplares a pescadores locales ubicados en los mismos cinco sitios de muestreo donde se recolectaron los sedimentos. Al respecto, señalaron que estos peces estaban a la venta para el consumo humano y precisaron que analizaron 136 compuestos en sedimentos y tejidos.
El uso masivo de agroquímicos en Argentina determinó en 2017 un consumo de 196.008 toneladas de plaguicidas, de las cuales el 93,7% fue glifosato, de acuerdo a cifras del estudio. Al respecto, el investigador del Conicet precisó que Argentina «es el tercer país en el mundo que más utiliza glifosato», un número que alcanza «a cinco provincias». «Se concentra mucho en Santa Fe, Córdoba, Entre Ríos, Buenos Aires y Salta. Utilizamos una proporción similar a Brasil», detalló el especialista.
Los músculos y las vísceras (branquias-hígado) del sábalo se obtuvieron de cuatro sitios del curso bajo del río Salado y un sitio del río Santa Fe cerca de su confluencia con el río Salado de esa provincia entre diciembre de 2021 y febrero de 2022.
El sábalo es un pez nativo neotropical de amplia distribución que se extiende hasta las cuencas de los ríos Paraná-Paraguay y Paraíba do Sul en América del Sur. Aunque esta especie es una de las principales fuentes de alimento de los habitantes ribereños y tiene un nivel importante en la red trófica acuática, su salud no se controla, alertó el estudio.
«La contaminación por agroquímicos es ahora un problema global, sin embargo, el 95 % de los cultivos transgénicos se produce en China, Estados Unidos, Canadá, Brasil y Argentina», sostuvo la investigación.
En sus conclusiones, el estudio advierte que «este grado de contaminación provoca un aumento significativo de los efectos nocivos para la salud de los peces por la presencia simultánea de plaguicidas en dosis subletales y, además, puede suponer un grave riesgo para toda la fauna acuática y la salud humana. «El deterioro de la calidad ambiental observado en la cuenca del río Salado amenaza a los organismos acuáticos, al medio ambiente, a los servicios socioculturales y a la población humana», alertó finalmente.