El intelectual, que falleció este martes, supo compatibilizar la actividad académica con la función pública frente a la Biblioteca Nacional y su participación en el espacio Carta Abierta.
Este martes falleció Horacio Luis González, exdirector de la Biblioteca Nacional, docente e integrante de Carta Abierta. Hombre comprometido con las causas populares, inició su militancia social en los ’60 dentro del movimiento peronista.
Nacido el 1º de febrero de 1944 en el Hospital Pirovano de Coghlan, González estudió en el colegio comercial de Villa Devoto por indicación de su abuelo, un italiano que trabajaba en la estación San Martín como ferroviario y era clarinetista de la orquesta popular de Recanati, y pretendía que su nieto fuera contador.
Pero en los últimos años del secundario tomó la decisión de pasarse al Colegio Nacional Sarmiento, donde empezó su interés por la política e integró el centro de estudiantes. Con su grupo se denominaban liberales, se oponían al grupo armado Tacuara y contaban con el apoyo de profesores a los que González caracterizaba como grandes influencias, a diferencia de lo que sucedía con los universitarios con los que consideraba que establecía una relación de debate.
Ensayista y escritor, González hizo el curso de ingreso de sociología en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. En esos años de estudio reconocía las clases de José Luis Romero, Halperín Donghi o de Roberto Carri, de quien se hizo amigo. En ese tiempo como estudiante hubo encuentros claves con ferroviarios socialistas en bares de Boedo cercanos a la universidad en los que el peronismo encendía los debates.
Su primer trabajo fue como bibliotecario, en la carrera primero y en la Facultad de Psicología después por recomendación del poeta y periodista Alberto Szpunberg; mientras la política atravesaba sus días en Tendencia Antiimperialista Universitaria (TAU) y en la agrupación Línea Izquierda Mayoritaria (LIM).
Militó en las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAP) pero no se adaptó a lo que implicó la vida como clandestino y pasó al Movimiento Revolucionario Peronista (MRP), que lo tuvo como responsable de una unidad básica en el barrio de Flores mientras ese espacio confluía en Montoneros, de donde se fue en 1973.
El ensayista, sociólogo, escritor y docente protagonizó la conocida «movilización de los basureros», una demanda que tomó forma ante el planteo de un grupo de trabajadores con los que organizó en los barrios del Bajo Flores, el gran vaciadero de la Ciudad, el reclamo por la sindicalización y el pase al control público cuando cayó el gobierno de Héctor Cámpora.
En ese momento, el negocio de la basura se concentraba en una empresa privada llamada Maipú que contaba con corralones municipales y ese nombre transformó la movilización en «la batalla de Maipú» para los impulsores, quienes tomaron los corralones, desviaron los camiones, sitiaron el centro bajo la presidencia de Lastiri y lo llevaron en andas a González por Avenida de Mayo.
No le gustaba referirse a quienes se destacaban por su militancia y su capacidad de conducción como «cuadros», según dijo en un testimonio producido por la Biblioteca Nacional en el que también confesó que pensó a esa institución como un pequeño modelo de Estado libertario y que el kirchnerismo aceptó eso.
Ya en 1974, cuando Montoneros pasa a la clandestinidad, Horacio siguió en las unidades básicas y lejos de esa agrupación tuvo un breve paso por la JP Lealtad. Entre el 1973 y el 1976 dio clases en una materia introductoria de la carrera de Económicas, por la que pasaron 10 mil alumnos.
Estuvo preso en Devoto, días en la superintendencia de seguridad federal y en 1976 sin estar militando orgánicamente lo detuvieron y apresaron durante seis meses en el Departamento Central de Policía con una causa que fue remitida al Consejo de Guerra del Ejército, que al igual que la Justicia Federal se declaró incompetente.
Cuando lo liberaron se exilió en San Pablo, Brasil, donde ejerció la docencia hasta regresar a la Argentina en 1983.
La vuelta a la Argentina lo encontró con un Doctorado en Ciencias Sociales y la incomodidad con el término «exiliado», ya que sostenía que lo incomodaba esa palabra para denominar su tiempo en Brasil comparado con lo que habían tenido que vivir otros compañeros.
Tampoco le gustaba el término «vecino» para denominar a los participantes de esas asambleas que se formaron después de la crisis diciembre del 2001 porque pensaba que ese nombre era «una forma de diluir la historia».
González vivió las jornadas de movilización del 2001 en la calle, fue hasta Plaza de Mayo el 19 de diciembre a la noche, compartió con un pueblo movilizado esas horas de protesta ante un gobierno que recortaba salarios, reprimía y bajaba jubilaciones y al otro día fue a tomar examen y volvió a la Plaza. En ese tiempo histórico se sumó y participó en las asambleas de San Telmo, Parque Lezama y Parque Centenario.
Su recorrido político lo llevó a ser director de la Biblioteca Nacional durante una década (2005-2015) a partir de un llamado del entonces presidente Néstor Kirchner.