El relato de la tragedia urbana más grande que haya vivido Rosario, contado por una sobreviviente es estremecedor. En esta nota se aprecian los detalles más movilizadores.
El 6 de agosto de 2013 le cambió la vida a Analía Ceci. Para esta misma fecha, pero hace seis años, ella vivía en el décimo piso, en el departamento que daba al frente del edificio de Salta 2141, en la ciudad de Rosario.
Analía era profesora de inglés y vivía en ese lugar con su pareja, que trabajaba en las afueras.
Analía llegó al programa F5 Actualizate hoy, al conmemorarse seis años de la explosión que mató a 22 personas e hirió a 66 y se convirtió en la peor tragedia de la historia de la ciudad. Ella es una de las sobrevivientes de ese siniestro que no encontró justicia.
“Estamos desgarrados porque el martes 2 de julio la Justicia decidió que, pese a haber evidencia de sobra, una cadena de negligencias de las cuales participaron varias personas, fue condenado sólo el gasista a cuatro años de prisión”, dijo Analía.
La explosión comenzó dos semanas antes cuando una vecina llamó a la concesionaria Litoral Gas por la baja presión en el suministro de su departamento.
Cuando la empresa acudió no sólo constató la merma de la salida en el departamento, sino también en la torre o sección.
Ante ese cuadro, Litoral Gas decidió cortar el servicio hasta que se reemplace la válvula por una de mayor suministro, esto ocurrió el último miércoles de julio de 2013.
Curiosamente, la misma empresa Litoral Gas es la que dos días después envió una cuadrilla a reponer el servicio, sin tener en cuenta lo que había dicho al principio.
Los operarios enviados para esa tarea no podían girar la válvula para ponerla en acción y golpeaban el aparato con ayuda de otras herramientas. Si bien lograron su cometido, quedó de manifiesto la primera negligencia: no pasaron departamento por departamento a mirar las conexiones.
Paralelamente a estas acciones, el consorcio buscó un gasista matriculado para la reparación. Para el 6 de agosto todos los ocupantes del edificio ya sabían que ese día comenzarían los trabajos para reemplazar la válvula que golpearon los operarios de Litoral Gas.
“A las 9.38 ocurrió la explosión, puedo recordar en cámara lenta, y puedo ver como una masa expansiva me arrastraba, me volaba, como si estuviera en un lavarropa pero con agua, fuego, vidrio. En un momento vuelo, luego me incorporo, busco a mi pareja y no lo veo, en el lugar donde estaba él no había nadie, el balcón había desaparecido, sabía que por mis propios medios no podía salir, era mucho el dolor físico y la desesperación”, contó Analía en F5.
“Finalmente, mi pareja apareció, estaba bajo los escombros del techo mismo, venía lo peor que era escapar, no podíamos bajar, hacíamos señas al edificio de enfrente para ver si desde el edificio de enfrente alguien veía, pero la fachada había sido borrada por la explosión”, narró la sobreviviente.
“Aparecieron dos bomberos por un balcón, nos rescataron, nos hicieron trepar a la terraza de un edificio vecino, debimos romper aberturas, trepar, ayudarnos para poder pasar”, recuerda.
Actualmente, las lesiones que le quedaron las llevaron a no seguir trabajando como lo venía haciendo. “Tengo una pérdida auditiva bastante grande”, aseguró Analía.
Recalcó que “el estado ayudó a cuenta gotas y se olvidó de los sobrevivientes, pasé por estapas de euforia, negación, enojo”.
Hoy, Analía preside la Fundación Educativa Eureka, dedicada a trabajar con el pensamiento sistémico, que es la capacidad de reflexionar y tener presente que las acciones tienen consecuencias.