El equipo nacional desde el centro del campo tomaron la Copa América ganada en tierras brasileña y de fondo llovió el «dale campeón» atragantado desde el 10 de julio en comunión.

Las luces se apagaron, las voces se encendieron y el estadio Monumental se convirtió en un evento festivo después de la goleada sobre Bolivia por 3 a 0, con tres tantos de su capitán, de Lionel Messi.

Los jugadores comenzaron a saltar en el centro del campo, tomaron la Copa América ganada hace poco en tierra brasileña con Ángel Di María eternizado tras picarla. De fondo llovió el «dale campeón» atragantado desde el 10 de julio en comunión: la gente y sus ídolos, a los que vieron por televisión por 17 meses y con la baja de casos de coronavirus se reencontraron en la prueba piloto dispuesta por el gobierno nacional.

El trofeo viajó casi toda la vuelta en las manos de Nicolás Otamendi, el mismo que esa noche se encargó de abrir las puertas del vestuario por Instagram, y al compás de la música del rapero Luck-Ra y la actriz-cantante Jimena Barón, y bajo una fina llovizna y los fuegos artificiales siguieron caminando y saltando.

«Qué baile el Papu, la p…que lo parió», bromearon los hinchas para que el jugador de Sevilla haga sus pasos clásicos que firmó hace unos años en el fútbol italiano.

El exArsenal, de Sarandí, se hizo cargo del pedido y tomó como pareja de baile a Nicolás Otamendi, con la Copa América como testigo cercano, y con la risa de sus compañeros a cuestas.

El video realizado por la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) le trajo imágenes a los recuerdos, Messi llorando ahora y hace casi dos meses en el Maracaná, fue una síntesis perfecta de la emocionante noche.

Se gritó el gol, el Monumental lo vivió como el Maracaná, y en el medio aparecieron Diego Maradona y Alejandro Sabella, ambos fallecidos en 2020, y en la cancha Sergio Goycochea condujo el evento con una muñeca como cuando tapó los penales en Italia ’90.

La banda de cumbia pop Los Totora siguió el itinerario mientras los futbolistas recibieron de la mano de los dirigentes diferentes premiaciones.

«Es ese amor que cubre el mar…», sonó con la música a todo ritmo desde la Sívori baja y a los jugadores se los vio a todo vapor. Messi miraba, al tiempo que Rodrigo De Paul se soltaba y mostraba su talento como bailarín.

Otro que se animó a dar unos pasos, con la timidez lógica, fue Lionel Scaloni. Y sobre el final llevó el trofeo como una ofrenda al público. La foto final en el medio confirmó la unión de los jugadores «comprometidos», según palabras del entrenador en la semana.

Todo sucedió en minutos, nadie de los 21 mil privilegiados que volvieron a las graderías se movió. La vuelta a las canchas luego de tantos meses pudo más que el frío, el viento y la fina garúa. Las palmas acompañaron desde arriba. El ambiente resultó ideal para quienes pagaron sus entradas: celebración, música, goleada y Messi feliz hasta las lágrimas. Pero estas, como nunca, fueron de felicidad con la celeste y blanca sobre el pecho. Y con la pelota bajo el brazo por el triplete.

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